Alaba es el verbo alabar en tercera persona del presente, que significa elogiar o celebrar. Halaba es el verbo halar conjugado en primera o tercera persona del pretérito imperfecto, que significa atraer hacia sí.
Como tal, son palabras homófonas, es decir, que se pronuncian exactamente igual, pero difieren en sus significados.
Estos verbos también presentan formas homófonas en su conjugación de tercera persona del plural: alaban y halaban.
Cuándo usar alaba
Alaba es el verbo alabar en tercera persona del singular del presente en modo indicativo. Significa elogiar a alguien o algo, exaltarlo, ensalzarlo, celebrarlo con palabras.
Por ejemplo:
- Antonio alaba las obras pías del padre Amaro.
- Juan no alaba las intenciones de Mauro, pero tampoco las critica.
Cuándo usar halaba
Halaba es el verbo halar conjugado en la primera o la tercera persona de singular de pretérito imperfecto de modo indicativo. Significa tirar de algo hacia sí.
Por ejemplo:
- Por más que halaba la puerta con fuerza, no lograba abrirla.
- Era una lucha por ver quién halaba más fuerte.

Soy catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada, ciudad en la que nací en 1968.
Hice el bachillerato de Ciencias; a los catorce años es difícil tener una orientación definida. En Preu me pregunté: “¿qué hago yo aquí, si a mí lo que me gusta es la literatura?”, y me pasé a Letras. En segundo de carrera la vocación se afirmó con la conciencia clara de que solo podía dedicarme a la investigación y a la docencia en Literatura. Pero mi preferencia estaba, no por la Contemporánea, sino por la literatura de los Siglos de Oro. Ya estaba iniciando la tesina sobre los cancioneros de Amberes de Jorge de Montemayor, cuando asistí al curso de José-Carlos Mainer sobre la “Edad de Plata”. Aquello removió mi fondo de lecturas juveniles, y pude verlas a una nueva luz. Cambié a Montemayor por Pérez de Ayala, y fui adentrándome en esa época fascinante: el “fin de siglo” y los treinta primeros años del XX.
No abandoné la literatura de los Siglos de Oro; en la docencia siempre me he dedicado a esta época con verdadera pasión. En los más de cuarenta años que llevo en las aulas, siempre he asumido la docencia de los siglos XVI y XVII, con preferencia, este último. No hay nada, en mi profesión, comparable a tratar con detenimiento sobre el Quijote. Para mis colegas soy un investigador en Contemporánea; para mis alumnos, un profesor de Renacimiento y, sobre todo, de Barroco.
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