Al rededor y alrededor son dos formas válidas de escribir esta expresión. Como tal, ambas funcionan como un adverbio de lugar equivalente a ‘en torno a algo’.
Así, tanto al rededor como alrededor pueden ser empleadas para referirnos a la situación de personas o cosas que circundan o se encuentran en torno a otras. Generalmente, van seguidas de la preposición de, que introduce un complemento.
Por ejemplo:
- Los manifestantes se reunieron al rededor del ministerio.
- Todos se sentaron alrededor del fuego.
Cuando hacen referencia a cantidades adquieren el sentido de ‘aproximadamente’, o ‘poco más o menos’.
Por ejemplo:
- Vi reunidas al rededor de 300 personas frente al edificio.
- Los apartamentos en esta zona cuestan alrededor de un millón.
Aunque ambas grafías son válidas, es más frecuente hoy en día escribirla en una sola palabra: alrededor.
Por otra parte, cuando alrededor es usada como sustantivo, con el significado de ‘contorno’ o ‘lugar situado en torno a algo’, no es admisible escribir al rededor, en dos palabras.
Por ejemplo:
- No vivía en la ciudad propiamente, sino en sus alrededores.
- Miró a su alrededor y solo vio una enorme jungla de concreto.

Soy catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada, ciudad en la que nací en 1968.
Hice el bachillerato de Ciencias; a los catorce años es difícil tener una orientación definida. En Preu me pregunté: “¿qué hago yo aquí, si a mí lo que me gusta es la literatura?”, y me pasé a Letras. En segundo de carrera la vocación se afirmó con la conciencia clara de que solo podía dedicarme a la investigación y a la docencia en Literatura. Pero mi preferencia estaba, no por la Contemporánea, sino por la literatura de los Siglos de Oro. Ya estaba iniciando la tesina sobre los cancioneros de Amberes de Jorge de Montemayor, cuando asistí al curso de José-Carlos Mainer sobre la “Edad de Plata”. Aquello removió mi fondo de lecturas juveniles, y pude verlas a una nueva luz. Cambié a Montemayor por Pérez de Ayala, y fui adentrándome en esa época fascinante: el “fin de siglo” y los treinta primeros años del XX.
No abandoné la literatura de los Siglos de Oro; en la docencia siempre me he dedicado a esta época con verdadera pasión. En los más de cuarenta años que llevo en las aulas, siempre he asumido la docencia de los siglos XVI y XVII, con preferencia, este último. No hay nada, en mi profesión, comparable a tratar con detenimiento sobre el Quijote. Para mis colegas soy un investigador en Contemporánea; para mis alumnos, un profesor de Renacimiento y, sobre todo, de Barroco.
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