A veces es una expresión adverbial que significa ‘en ocasiones’. Aveces, por su parte, es el verbo avezar conjugado en segunda persona del presente en subjuntivo, significa ‘acostumbrar’.
Como tal, son expresiones homófonas, que suenan igual pero se diferencian en su grafía, por lo tanto, confundirlas constituye un error. A continuación, te dejamos algunas claves para saber evitarlo.
Cuándo usar a veces
A veces es una locución adverbial que puede significar ‘en ocasiones’, ‘ocasionalmente’, ‘de vez en cuando’ o ‘por orden alternativo’.
Por ejemplo:
- A veces me gustaría irme de este país.
- Mi papá viene a veces a visitarme.
- A veces nos equivocamos, otras acertamos.
En ocasiones, esta locución adverbial puede aparecer mal escrita como aveces, habeces o habeses, errores que es conveniente evitar.
Cuándo usar aveces
Aveces es el verbo avezar conjugado en segunda persona singular de presente en modo subjuntivo. Significa ‘acostumbrar’, ‘habituar’.
Por ejemplo:
- Hasta que no aveces a tu caballo al peso de tu cuerpo, él no se va a comportar.
- Aunque aveces a tus hijos a tus valores, ellos, cuando crezcan, tomarán sus propias decisiones.

Soy catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada, ciudad en la que nací en 1968.
Hice el bachillerato de Ciencias; a los catorce años es difícil tener una orientación definida. En Preu me pregunté: “¿qué hago yo aquí, si a mí lo que me gusta es la literatura?”, y me pasé a Letras. En segundo de carrera la vocación se afirmó con la conciencia clara de que solo podía dedicarme a la investigación y a la docencia en Literatura. Pero mi preferencia estaba, no por la Contemporánea, sino por la literatura de los Siglos de Oro. Ya estaba iniciando la tesina sobre los cancioneros de Amberes de Jorge de Montemayor, cuando asistí al curso de José-Carlos Mainer sobre la “Edad de Plata”. Aquello removió mi fondo de lecturas juveniles, y pude verlas a una nueva luz. Cambié a Montemayor por Pérez de Ayala, y fui adentrándome en esa época fascinante: el “fin de siglo” y los treinta primeros años del XX.
No abandoné la literatura de los Siglos de Oro; en la docencia siempre me he dedicado a esta época con verdadera pasión. En los más de cuarenta años que llevo en las aulas, siempre he asumido la docencia de los siglos XVI y XVII, con preferencia, este último. No hay nada, en mi profesión, comparable a tratar con detenimiento sobre el Quijote. Para mis colegas soy un investigador en Contemporánea; para mis alumnos, un profesor de Renacimiento y, sobre todo, de Barroco.
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